Las condiciones sociopolíticas de la globalización no hegemónica en México DF –
Por Carlos Alba Vega:
“Entreverada con la globalización existe una otra globalización no hegemónica, que no la contradice ni la niega, sino que aprovecha sus intersticios y sus vacíos para sacar también provecho de la producción, la circulación y el consumo globalizados.”
[Excerpts]
El modelo keynesiano, exitoso en muchos países durante los «30 años gloriosos» –entre mediados de los años 40 y mediados de los 70–, marcados por el crecimiento y la estabilidad social, entró en una crisis a partir de la cual los gobiernos y las empresas iniciaron una reestructuración productiva que se materializó en la desregulación, la privatización de las empresas públicas y la tendencia al desmantelamiento del contrato social. La reestructuración capitalista de los años 80 se concretó en algunas reformas económicas con las que se intentaba alcanzar cuatro metas: lograr mayores beneficios empresariales en la relación capital-trabajo; intensificar la productividad del trabajo y del capital; globalizar la producción, la circulación y los mercados; y conseguir el apoyo del Estado para aumentar la productividad y la competitividad, a veces en detrimento de la protección social. Esta reestructuración dependía de la innovación tecnológica, de la flexibilidad y del cambio organizativo orientado a la adaptabilidad. El colapso de la URSS y el triunfo del mercado sobre las economías planificadas sirvieron de soporte político e ideológico para los cambios. La velocidad del cambio tecnológico y la aplicación de la electrónica a los sistemas de producción y comunicación están transformando los Estados nacionales, la división del trabajo y las relaciones laborales, las formas de producir, distribuir y consumir, las identidades colectivas y la vida doméstica cotidiana; además, favorecen la tendencia a que se separen la economía, la política y la cultura.
La revolución de las tecnologías de la información y la comunicación transformó a estas en vehículos para la integración de los mercados financieros globales. Esta es la globalización hegemónica regulada por las instituciones multilaterales como la Organización Mundial del Comercio (omc), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Fondo Monetario Internacional (fmi) y el Banco Mundial (BM), y está enmarcada en múltiples acuerdos internacionales establecidos por la Unión Europea, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el Mercosur y muchos otros. El análisis de esta globalización o mundialización se ha realizado según diversas perspectivas. Entre ellas están la teoría de las relaciones internacionales, que parte de la idea de que existen Estados soberanos que actúan desde el campo político y militar y están en creciente interdependencia y coordinación internacional; y la teoría que podemos denominar «de determinación económica», que sostiene que el proceso de mundialización está comandado por el poder económico, que no se identifica con las divisiones territoriales de los Estados nacionales.
Pero entreverada con esta globalización existe otra globalización no hegemónica, que no la contradice ni la niega, sino que aprovecha sus intersticios y sus vacíos para sacar también provecho de la producción, la circulación y el consumo globalizados. Esta globalización, que también podría denominarse «internacionalización de la economía informal», no es únicamente un hecho mercantil asimilable a la respuesta automática ante la apertura económica, sino que está imbricada además en sistemas de poder local, nacional y transnacional. China aparece como una base cada vez más importante de este proceso al pro- veer de bienes de consumo popular y a bajo costo a gran parte de la población de los países en desarrollo.
Se trata más bien de la otra cara de la globalización, que opera en sus márgenes y está constituida por millones de personas que se desplazan entre países y continentes con permisos y sin ellos, con mercancías legales, «semilegales» o ilegales, que en lo individual pueden ser de poco valor pero que en conjunto significan enormes volúmenes de capital. Sus actores son pequeños comerciantes, empresarios y migrantes que, de manera «informal» y fuera del control estatal, llevan sus mercancías nuevas o usadas, genuinas o falsificadas, a los clientes de la base de la pirámide que los esperan en los centros de las ciudades, en la periferia o en el medio rural. Así, esta globalización no hegemónica brinda alternativas de consumo, de supervivencia a través del empleo que genera para los vendedores y de movilidad social para quienes hacen los negocios.
Muchos Estados, las grandes empresas transnacionales y los medios de comunicación de masas consideran estas actividades de la globalización no hegemónica como ilegales e ilegítimas, y se las llega a asociar con el crimen organizado, como si estuviesen en los mismos circuitos que el lavado de dinero, el contrabando de armas, de drogas o de seres humanos, por lo que se las considera un peligro para las economías y las sociedades nacionales. Algunos analistas piensan que este tráfico ilícito coloniza las administraciones públicas de los países con gobiernos débiles y corruptos, las esclaviza, manipula y compra. Sin embargo, desde otros miradores se observa que quienes participan en las nuevas lógicas de intercambio subalternas a través de estos nexos globales desde abajo no pretenden reemplazar ni destruir el capitalismo, sino beneficiarse de él, y en muchos puntos de su trayecto aparecen connivencias y se entrecruzan grandes empresas formales con pequeñas empresas informales consideradas como ilícitas.
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Existen dos formas principales de introducir las mercancías sin pagar impuestos: una es el «contrabando bronco», que realizan por una parte los fayuqueros en pequeña escala y por la otra los grandes contrabandistas, llamado así porque se introducen los bienes sin papeles, en forma subrepticia, con engaño o con «mordida»; otra es el «contrabando técnico», que se comete generalmente a gran escala, por medio de alguna modalidad orientada a hacer entrar los bienes con declaraciones falsas en relación con su volumen, valor, origen o naturaleza.
El siglo XXI cambió la naturaleza de los productos que transitan por el circuito inferior de la economía. Por una parte, el TLCAN que entró en operación en 1994 eliminó progresivamente los impuestos sobre gran parte de los productos de origen estadounidense y canadiense; por lo tanto, en México bajaron los precios de los bienes provenientes de América del Norte y resultó obsoleto el contrabando de muchos productos, aunque no el de la ropa usada, cuyo tráfico cobró renovada fuerza. Por la otra, las reformas económicas de China y su en- trada a la omc en 2001 generaron una nueva división internacional del trabajo, que ha tenido repercusiones sobre la producción, el consumo y el empleo en todo el orbe. Los flujos y las redes de distribución por vía terrestre a través de un eje Norte-Sur, que habían prevalecido en México durante todo el siglo xx, empezaron a ser complementados por redes comerciales transpacíficas a través de los puertos mexicanos o por intermediación de puertos sureños del Pacífico de EEUU. Algunos de los operadores de este nuevo comercio de contrabando siguen siendo los mismos: «comerciantes formales» de México, «comerciantes informales» con experiencia en el intercambio internacional (muchos de ellos de Tepito) y funcionarios y empleados de las aduanas mexicanas. Otros operadores se debilitaron: por ejemplo, los migrantes mexicanos que se habían convertido en intermediarios en EEUU. En cambio, han aparecido nuevos actores, como los comerciantes asiáticos.
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Por su parte, algunas decenas de comerciantes de Tepito viajan varias veces al año a China en busca de mercancías; uno de los lugares favoritos es Yiwu. Algunos de ellos cobran a otros comerciantes por enseñarles el know-how de las importaciones chinas y por acompañarlos al país asiático. A veces lo hacen a través de agencias de viajes que se presentan como organizadoras de tours turísticos y que además operan como agencias para llevar a pequeños comerciantes a comprar mercancías. Desde hace pocos años existe una comunidad de «tepiteños» asentada en Beijing, que se encarga de una parte de este «comercio desde abajo».
Los principales productos de contrabando que provienen de China son los que siguen sometidos a derechos aduanales elevados o a cuotas compensatorias cuando se demuestra que se han introducido en condiciones de discriminación de precios (dumping): textiles y ropa (de baja calidad y consumo masivo), calzado de plástico, juguetes, productos de cerámica y vidrio, aparatos eléctricos y electrónicos, perfumes, productos de uso personal (bolsas, relojes, lentes, etc.), discos vírgenes y grabados.
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El trabajo en la calle y la lucha por el espacio de venta propician situaciones de enfrentamiento y violencia entre grupos rivales, toleradas y a veces fomentadas por ciertas autoridades en determinados momentos para debilitar y fortalecer liderazgos y organizaciones. Por eso mismo, no es extraño encontrar a muchos líderes con antecedentes penales. La misma vida en la calle durante gran parte del día y el poco tiempo para atender a los hijos a veces lleva a los comerciantes a tratar de compensar su ausencia con dinero y regalos que tienen consecuencias no deseadas: no son pocos los casos de dirigentes que tienen problemas de hijos adictos al alcohol o las drogas.
Un recurso fundamental en el comercio en vía pública es el capital político. Los líderes acumulan a lo largo de su vida experiencias, relaciones, contactos y saberes que pueden aprovechar sus sucesores. El conocimiento de los vericuetos de las oficinas estatales, el acceso a los funcionarios y la consulta a los asesores son valores intangibles que pueden ser aprovechados por los que se inician en el liderazgo. Pero no son garantía de éxito; se necesitan también otras condiciones estructurales en el entorno económico, social y político, así como cualidades personales en los nuevos líderes para que puedan potenciar el capital político heredado.
En el caso del centro de la Ciudad de México, pueden distinguirse al menos dos generaciones de líderes contemporáneos. La primera generación corresponde a los pioneros, cuyo liderazgo es anterior a la crisis de 1982, cuando el comercio en la vía pública no era nuevo pero tampoco era masivo. En su mayoría eran mujeres, que en muchos casos sufrieron desde niñas la persecución y el encarcelamiento por parte de las autoridades del gobierno del Distrito Federal; fueron las primeras mujeres en ejercer funciones de liderazgo real y formal en el comercio del centro histórico y todas acabaron por incorporarse al sistema político por la vía corporativa.
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Durante el apogeo del modelo de industrialización por sustitución de importaciones, el liderazgo de los comerciantes en vía pública estuvo fuertemente concentrado. Unos cuantos líderes representaban a los vendedores ambulantes del centro de la ciudad. Al principio no formaban parte de ninguna organización partidista, hasta que por el lado del PRI y de los propios vendedores ambulantes se vio la conveniencia de buscar mediaciones políticas a través de la incorporación al partido de gobierno. Esto permitiría pasar del enfrentamiento callejero y el soborno a los responsables de vigilar la vía pública, a una negociación en la que gobierno y vendedores obtendrían beneficios. Cuando el PRD llegó al gobierno de la Ciudad de México,en 1997, había 13 organizaciones de ambulantes. Diez años después, cuando la administración de Marcelo Ebrard realizó el tercer reordenamiento de ambulantes del centro histórico el 12 de octubre de 2007, había más de 60 organizaciones; la mayoría y las más importantes estaban dirigidas por mujeres.
Las agrupaciones de comerciantes presentan una estructura formal con pocos niveles jerárquicos y una fuerte concentración de poder en el líder. La organización real de los comerciantes está sustentada en el conocimiento que el líder tiene de la gente, en la experiencia y la confianza. Las organizaciones de comerciantes en vía pública más grandes y complejas cuentan con un líder, delegados y otros cargos de menor jerarquía como los «chalanes» (ayudantes) y «charoleros» (cobradores), cuyas funciones están bien delimitadas.
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